"CABEZAS PENSANTES". JOSÉ PÉREZ OLIVARES - Exposiciones | Agenda de Guía de Cádiz

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"CABEZAS PENSANTES". JOSÉ PÉREZ OLIVARES

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Tengo el privilegio de formar parte de una humanidad que vive a caballo entre dos siglos. Si aún fuera poco, añadiría que a caballo también entre el final de un milenio y el comienzo de otro. Dos tercios de mi vida –infancia, adolescencia, juventud y parte de mi madurez– han transcurrido a lo largo de la segunda mitad del siglo XX. Si alguna novedad anoto es que este último tercio lo vivo lejos de Cuba y de la centuria que me viera nacer.

Supongo que no debe extrañar entonces que lo que pinto tenga mucho de reflexión y velado testimonio acerca de lo que he visto y vivido hasta hoy, y que se nutra de las sombras y luces que encuentro a menudo en la naturaleza humana. Y que todo eso aparezca simbolizado como un hecho artístico que documenta una visión personal sobre los hombres y la sociedad.

Por esa razón he querido titular esta muestra –cuarta que realizo desde que vine a residir a España en 2003– Cabezas pensantes. Entre la última y ésta median varios años de silencio, análisis y meditación que me han llevado a transitar temas que en el fondo siguen siendo los mismos. Lo que hay de nuevo en mi pintura no es otra cosa que una mirada reforzada por el color, porque mi producción anterior era mucho más gráfica, ceñida a técnicas como la tinta, con soluciones que iban de la mancha al trazo de la plumilla en obras casi siempre monocromas.

La introducción progresiva del color, con gamas abiertas que se apoyan en fuertes vibraciones cromáticas, me permite ofrecer un nuevo discurso que trasciende el sentido del anterior. Y aunque la mirada es la misma –es decir, la de alguien que sigue aferrado a la vieja y utópica creencia de que el mundo es salvable– ahora resulta menos sombría, aunque mucho más crítica y sutilmente irónica. No se trata sólo de un cambio formal, sino también de enfoque.

Mis «cabezas pensantes» integran un total de dieciocho pinturas acrílicas sobre cartón craft. Es sólo una pequeña muestra de todo cuanto he pintado en los últimos tres años, pero que concentra a mi juicio lo más actual de mi obra. En la selección se puede hallar desde piezas individuales a seriadas. Las dos que exhibo –El camino del infierno y La patera de los malditos– son las más recientes y tienen que ver con el mundo que vivimos y sus arquetipos, pero también con el destino de los desclasados, condenados a errar de país en país en busca de alguno que quiera recibirlos. La patera de los malditos se convierte así en una metáfora mediante la cual concibo nuestro mundo como una enorme patera a la deriva en la que viajamos todos, grandes y pequeños, débiles y poderosos, víctimas y victimarios. Nadie puede, por tanto, escapar de su propia «provisionalidad», condición que el poeta, ensayista y escritor ruso Ilya Ehrenburg difiniera con estas bellas palabras: «Los huéspedes de la Tierra / venimos para una sola noche».

Todos los cuadros –pertenezcan o no a una serie– giran en torno a un mismo eje, que son esos rostros y esas cabezas pensantes que parecen observarnos y al final se burlan en silencio de quienes creen que el mundo es su feudo particular: de quienes se consideran con más derechos que el resto de los mortales. Los que hayan leído atentamente mi poesía podrán apreciar en ella la misma actitud en los cuadros que exhibo, porque poeta y pintor son, en este caso, la misma persona que mira, analiza y juzga.

Más allá de la aceptación y complicidad que cada artista aspira a despertar en el público, me daría por satisfecho si éste apreciara en mi obra un reflejo de la época que nos ha tocado vivir, y que el poeta Ernesto Cardenal definiera de modo sucinto y brillante: «fue bárbara y primitiva, pero poética». Todo ello, en fin, desde una óptica que prefiero llamar «elíptica», donde humor, ironía y disfrute estético se combinan para ofrecer una determinada impresión.

He aquí, pues, mi regreso a la pintura después de años de silencio y meditación; nuevo y azaroso viaje que emprendo convencido de que ser pintor y haber nacido en Cuba constituye –en mi caso particular– una forma de identidad.

Para el que sepa ver, que vea detrás de cada trazo y pincelada el temperamento de un hombre –y un artista– del Caribe. Los colores de los amaneceres y atardeceres que tanto vio, amó y disfrutó de niño y que ahora desea compartir con ustedes.

José Pérez Olivares

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