Dos cosas me sorprenden mucho de este film, antes de entrar a valorarlo. La primera consiste en que es atípico que el realizador de un film original se encargue de la reinvención de la película o saga en cuestión, lo que los americanos han bautizado como “reebot”. Que George Miller firme el renacimiento de la saga, treinta años después de aparcarla, es algo no muy normal en Hollywood. Y el otro aspecto que me sorprende es que el propio Miller, con 70 años, se encargue de un film tan violento y faraónico como éste, cuando en los últimos 20 años solo había dirigido “Babe, el cerdito en la ciudad” y las dos entregas de “Happy Feet”…
Dicho esto, la película es un desfase de proporciones cósmicas. Un film que rebosa nervio y vigor, contagia su hiperactividad y consigue que el espectador quede abrumado por una inquietante y excéntrica “road movie” que en ocasiones bordea el ridículo sin llegar a caer en él. Impecablemente rodada, sus escenas de acción ya forman parte de lo más granado del género en años. Pero, ¿hay vida inteligente más allá de la abundante acción?... yo diría que no.
No demando de una producción de este calibre que tenga una historia que contar de alto nivel, pero tampoco me esperaba algo tan pobre. Que sea un film disfrutable aunque te hayas olvidado el cerebro en casa, no dice mucho a favor de una propuesta que lo confía todo en su capacidad para apabullar con impactantes imágenes al espectador. Es más, si no supiera que el director entra en una edad respetable pensaría que había sido dirigida por un realizador joven y desinhibido, dispuesto a crear un espectáculo que saciara sus fantasías lisérgicas tras escribir el guión en un par de folios…
Poco queda de aquella entrañable y magnífica saga de los 80. Ni siquiera Mel Gibson aparece en el film, privándonos de la posibilidad de disfrutar de uno de los cameos de la década. Solo quedan reminiscencias de esa segunda parte – “El guerrero de la carretera”- que marcó la saga, elevándola a los altares tras una impecable primera entrega.
Vayan al cine a disfrutarla pero acudan sin ningún tipo de prejuicio, abran la mente… no se me vayan luego a asustar. Y que conste que os estoy avisando.
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Crítica por Andrés Martín
