El comienzo de la década de los 90 nos obsequió con la irrupción de un joven director vasco que, con films como “Alas de mariposa” o “La madre muerta”, demostró una maestría inusitada y un enorme talento para contar historias y sobre todo, para impactar con la fuerza de sus imágenes. En pleno derroche de autoconfianza se atrevió con una comedia gamberra como “Airbag” que, aunque lejos de su anterior cine, se convirtió en la película española más taquillera de la historia hasta la llegada de un tal Torrente…
Tras esta breve introducción sobre un cineasta que prometía ser enorme, debo reconocer que aplaudí su regreso en este “Rey gitano” debido a que en los últimos dieciocho años desapareció del mapa. Regreso fácil, con un estilo cercano a la estupenda “Airbag”, pero plausible al fin y al cabo. Desgraciadamente, tras visionar y sufrir este regreso, se confirma en todos sus extremos que Juanma Bajo Ulloa fue flor de un día.
Nada funciona en esta película, es un auténtico despropósito, siendo un lamentable guión la causa de semejante desaguisado. De nada sirve contar con fantásticos actores – Charo López y la Sardá, sin ir más lejos - si no tienen nada inteligente que decir. Una historia puede ser delirante –que ésta lo es- pero cinematográficamente coherente… y “Rey gitano” dista mucho de serlo.
De todas formas, el film se salva de un apocalíptico desastre cuando tiene en pantalla a dos fueras de serie como Karra Elejalde y Manuel Manquiña, el primero en la efervescencia de su popularidad con Goya incluido y el segundo regresando a la primera plana tras unos injustos años abocado al ostracismo. Cuando ellos aparecen, el film se mantiene a flote porque su carisma y calidad están por encima de diálogos estúpidos. El delito de Bajo Ulloa es hacer un film tan deficiente con estos dos tipos tan grandes.
Por lo demás nada que destacar, nada que te aleje del aburrimiento más exasperante. Cine casposo, olvidable y puestos a comparar, a años luz de la gracia y frescura de “Airbag”. “Rey gitano” es, muy a mi pesar, el réquiem cinematográfico de un tipo que prometía ser grande. Una lástima.
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Crítica por Andrés Martín
