En taquilla, junto con la entrada, deberían dar una guía de instrucciones para no perderse en el galimatías espacio temporal en el que se ha convertido la que una vez fuera ejemplar saga, absolutamente innovadora.
Por lo tanto y partiendo de la base de que he sacado la bandera blanca y ya me un importa un bledo lo de los saltos en el tiempo, intento abstraerme del batiburrillo que me están haciendo tragar y me centro solo en pasármelo bien, visualmente hablando… y lo consiguen.
No debemos olvidar que todo lo que ha seguido a esas dos obras maestras dirigidas por James Cameron en 1984 y 1991 resulta absolutamente descafeinado y decepcionante. Cameron redefinió el cine fantástico desde la imaginación, el talento y la optimización de medios de la primera entrega a la perfecta utilización de un gran presupuesto al servicio de la revolución tecnológica y de un monumental sentido del espectáculo en la segunda. Tras eso, una aburrida tercera parte con nuevo director y una terrible “Terminator: Salvation” en la que incluso tenían la osadía de prescindir del alma de la saga que no es otro que “el abuelo” Arnold.
“Terminator:Génesis” tiene razón de existir desde el momento en el que Schwarzenegger toma las riendas del film, reservándose los momentos más afortunados y recordables. Es inevitable sentir cierta ternura por el personaje y el actor, ahora que no está precisamente en su mejor momento artístico y comercial. Él es la película, muy por encima de unos solventes compañeros de reparto – sobre todo la muy prometedora Emilia Clarke – y de unos efectos visuales impactantes que, visto lo visto, es lo menos que le podemos pedir a una producción de este presupuesto y características.
Es de justicia apuntar que con “Génesis” la saga recupera cierto nivel. Es muy entretenida y sus dos horas de metraje en absoluto se vuelven pesadas. Es un buen divertimento veraniego que cumple su función a la perfección y que espero sea el decente epílogo a una saga que ya no da para más.
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Crítica por Andrés Martín
