Hacía mucho tiempo que no salía de una sala de cine con la sensación de que me habían tomado el pelo. Hay películas malas debido a una manifiesta incapacidad y hay verdaderos bodrios firmados por cineastas talentosos… y éste es el caso que nos ocupa.
El gran problema de “Regresión” es que no hay historia, no hay nada interesante que contar. En la búsqueda de un homenaje a los clásicos del suspense, Amenábar se olvidó de que lo más importante es lo que cuentas, muy por encima de su siempre impecable puesta en escena.
El cineasta se dedica a vendernos humo con un pasmoso descaro y torpeza infinita. Anula cualquier posibilidad de enganchar al espectador con una realización plana que no levanta el lánguido guión. El film pasea por el suspense y el terror pero ni inquieta ni asusta, pareciendo en ocasiones– para escarnio del cineasta – una burda muestra de torpe cine de serie “B”.
Si esto es lo que nos tenía reservado el oscarizado autor tras seis años de silencio, después de “obsequiarnos” con la aburrida “Ágora”, podría habérselo ahorrado y así seguir realizando video clips para “músicos” de nivel como las “Nancys Rubias” o cortometrajes anodinos para marcas de cervezas…
Créanme, “Regresión” es irritante. Y ante una broma de mal gusto de este calibre no hay campañas publicitarias que valgan. El film está abocado al fracaso, seguramente condenado a un nefasto “boca a boca” y quizás, al fin y al cabo, sea lo mejor para un realizador que necesita “resetear” su carrera. Incluso se ha olvidado, más por dejadez que por desconocimiento, de cómo sacar partido a estupendos actores como Ethan Hawke y Emma Watson, quienes ofrecen desgraciadamente unas limitadísimas interpretaciones carentes de profundidad.
Y del final, mejor ni hablar. La presunta guinda del pastel es una infame confirmación del despropósito que estábamos presenciando durante algo más de una hora y media que ya se estaba haciendo eterna.
Una lástima lo de Amenábar. Poco queda de aquel chaval que nos fascinó a con “Tesis” y “Abre los ojos”, propuestas interesantes que sabían paliar sus carencias con una fuerza visual envidiable. Hoy, ese interés en su filmografía va camino de convertirse en indiferencia.
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Crítica por Andrés Martín
