Pocos son los realizadores que alcanzan un sello reconocible e intransferible, rebosante de una personalidad que marca tendencia e influye en el resto de la profesión. En el último cuarto de siglo solo he visto eso en Quentin Tarantino.
“Los odiosos ocho” es la definitiva demostración –como si fuera necesario- de la maestría de Tarantino tras la cámara. Incluso da un paso más, creando su obra más teatralizada y “gore” sin perder un ápice de su esencia. Y es que hay que ser un tipo genial para concebir un western a modo de novela de Agatha Christie, con la baza de sus impecables diálogos y el regalo a modo de interpretación de unos actores que junto al realizador se sienten más cómodos que nunca, como en casa… como no se les ve en otro film.
Tarantino ha creado su propio universo y no tiene pensado –ni que lo intente- salir de él. Puede buscar una sofisticación en su estilo, arriesgar como en esta cinta –para nada comercial-, pero siempre será honesto con sus principios. Todas sus obras tienen inevitables paralelismos entre ellas, pero no es algo que deba servir como arma arrojadiza contra el maestro.
“Los odiosos ocho” no se ampara en grandes estrellas ni suntuosos decorados y efectos visuales. Tarantino nos cuenta una inteligente historia a su manera, dominando como nadie el tempo narrativo y la puesta en escena. Ya comenté en diversas ocasiones que solo Spielberg y Quentin son los elegidos a la hora de narrar una compleja historia con una fluidez insultante. Tras una presentación de personajes absolutamente ejemplar se toma su tiempo, sin prisa alguna, para enganchar al espectador. Esta historia, en manos de otro realizador, provocaría en el público una preocupante lucha contra el reloj, los 167 minutos se le harían eternos.
Tarantino es como es, o lo amas o lo odias. Pero lo que jamás se le podrá reprochar es que hace cine de una manera impecable e impactante. Jamás provoca indiferencia. “Los odiosos ocho” puede que no sea su mejor película –algo imposible con “Pulp fiction” o “Kill Bill vol.1”- pero es un arriesgado y brillantísimo paso adelante en la carrera de un genio que tiene mucho que ofrecer todavía.
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Crítica por Andrés Martín
