Entre las distintas maneras de afrontar un caso tan escabroso como el que se trata en “Spotlight”, Tom McCarthy –director y guionista- elige la más honesta. Consigue que su film se convierta en una apasionante historia sobre el lado más brillante de la profesión periodística en lugar de un morboso vehículo para denunciar la pederastia en el ámbito de la Iglesia Católica.
Pero esta película no solo es honesta en su planteamiento, sino que apela a una épica silenciosa desde su mismo arranque. Los miembros de “Spotlight”, reputado equipo de investigación del “Boston Globe”, adquieren el carácter de justicieros en su lucha contra molinos de viento –con la Iglesia hemos topado- incluso a costa de su integridad o vida familiar.
Narrada con inusitada sobriedad, supone la glorificación del cine en su vertiente más genuina. Logra cautivar a la audiencia con el mero hechizo de un guión de hierro, fabulosamente narrado y con un plantel sin estrellas que destilan autenticidad y buen hacer –este film no funcionaría de la misma manera con grandes estrellas en el reparto-.
Al metraje ni le sobra ni le falta nada, narrando con de manera ejemplar el caso real que destapó uno de los mayores escándalos a nivel mundial en la historia moderna.
“Spotlight”, ante todo, dignifica la profesión periodística. Promete como referencia futura de una profesión que ha sido tratada con desigual fortuna a lo largo de la historia del cine. Pero el otro gran mérito de esta magistral película es también dignificar la noble intención de hacer cine con alma y corazón, alejado de sensacionalismos. Cine desnudo, sin aditamentos, brillante…
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Crítica por Andrés Martín
