En una época en la que la adaptación de cómics se está convirtiendo por saturación en un nuevo género cinematográfico, es de agradecer que de vez en cuando se le insufle aire fresco, nuevas ideas que mantengan el interés por este tipo de films.
Pero lo de “Deadpool” es un auténtico puñetazo en la cara a todos los detractores de este tipo de películas. No solo marcará un antes y un después en este género, sino que se atreve a ridiculizar todos los cánones establecidos con un talento inusitado. La misma Marvel que casi acapara el género, ha dado luz verde a un film desternillante y gamberro, que jamás se toma en serio a sí mismo y se torna irreverente con el universo del que proviene. “Deadpool” provoca y lo consigue, demostrando que con imaginación es posible una película de este tipo para unos adultos que quedamos atrapados desde el mismo inicio de sus originales y tronchantes títulos de crédito.
El siempre soso Ryan Reynolds aquí revitaliza espectacularmente su carrera, estigmatizada precisamente por el anterior fracaso de otro héroe del cómic – “Linterna verde”- y que pide a gritos y a golpe de gag una nueva oportunidad en la industria.
Si indagamos en las muchísimas virtudes del film, descubrimos que el guión está firmado por Rhett Reese y Paul Wernick y ya entendemos gran parte del éxito de la propuesta. Son los mismos guionistas de esa maravilla llamada “Bienvenidos a Zombieland”, un auténtico derroche de imaginación que fue tratada injustamente en nuestro país.
El arrollador y justo éxito de “Deadpool” ha dado lugar al proyecto de una secuela, algo que me alegra, porque si un héroe merece una saga es éste. Estamos ante un divertimento de primera clase, plagado de referencias cinéfilas y que aporta sangre fresca a un tipo de películas que ya mostraban claros signos de agotamiento. Mientras “Deadpool” ofrece gracia y descaro, los otros siguen muriendo de trascendencia.
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Crítica por Andrés Martín
