Tras “Eva”, el debut de Kike Maíllo y una de las agradables sorpresas del cine español del último lustro, se esperaba con cierta expectación “Toro” y aunque la propuesta es radicalmente distinta, se confirma que tenemos un nuevo gran director al que seguir.
Ésta que nos ocupa es una redefinición del “thriller” a la española, cargado de referencias y costumbres de una España profunda que imprimen una fuerte personalidad al film.
Y es que “Toro” es una película potente y cruda, narrada con vigor y nervio y que noquea al espectador con fuerza, sin obviar que posee un lado turbador que sobrecoge por momentos.
La intensidad de la propuesta es mayúscula, consiguiendo Maíllo que el espectador no pueda despegar su mirada de la pantalla. Pero tal despliegue de talento por parte del director no obtendría recompensa sin una gran labor actoral. Mario Casas se afianza película tras película como uno de nuestros grandes valores, mientras que Luis Tosar nos confirma una vez más que es un valor seguro, componiendo un personaje complejo que por momentos huye de los estereotipos que acompañan al magnífico actor gallego.
Pero José Sacristán es la joya de la corona de este magnífico film. Su “Romano” es uno de los villanos más fascinantes de la historia reciente de nuestro cine, hace tan poderoso a su personaje que su amenazante presencia permanece latente durante todo el metraje, sin necesidad de aparecer en la pantalla, algo parecido a lo que conseguía Christoph Waltz en “Malditos bastardos”. Que tengamos la inmensa fortuna de seguir disfrutando de un genio como Sacristán en teatro, cine y televisión es un privilegio incalculable y un espejo en el que se deben mirar todas las nuevas generaciones.
“Toro” es un magnífico film impregnado de un aura asfixiante, con toques místicos y macabros que harán las delicias del espectador ávido de fuertes emociones.
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Crítica por Andrés Martín
