Con la excusa de la tercera entrega de las aventuras del patriótico héroe, la Marvel utiliza el film para intentar elevar el nivel de sus personajes tras el desastre –artístico, que no taquillero- de “La Era de Ultrón”. Aquí se le da cierta importancia al protagonista de la saga, pero sobre todo se crea un caldo de cultivo para esos nuevos héroes que van a protagonizar las nuevas series que seguirán forrando de oro a la famosa editorial y productora.
Siendo casi un “Vengadores 3” se sigue el sendero de un “crossover”, mezclando tramas para que todo parezca más y mejor… pero algo falla.
Cierto es que las escenas de acción son trepidantes y el enfrentamiento entre ambos bandos pasará, por su ingenio, a la pequeña historia del género del cómic cinematográfico… pero todavía el producto final deja un cierto sabor agridulce.
Qué sería de la Marvel sin ese magnífico Robert Downey Jr. que aporta la pimienta necesaria entre tanto personaje –y actor- insípido. Su “Iron Man” es la razón de ser de esta fiebre por el cómic y la productora no tiene reparo alguno en regalarle un protagonismo merecido aún a costa de que esta no es su saga.
Pero la reflexión más importante que podemos plantearnos sobre este producto es su inquietante sentido de la heroicidad. Este género necesita momentos que provoquen que el público se emocione y remueva en sus asientos. El público se está empezando a hartar de peleas internas, de héroes contra héroes, pecando de una absurda trascendencia. Si hace poco era “Batman vs. Superman” –infinitamente mejor que ésta que nos ocupa- ahora es un duelo personalizado entre Iron Man y el Capitán América. Sin querer hacer “spoliers”, los creadores de este film perdieron una oportunidad única de ofrecernos una media hora final antológica gracias a los mimbres que poseía, pero optaron por sacar los demonios internos de cada personaje para acrecentar nuestra indiferencia.
El cine de héroes se basa entre la lucha del bien y del mal, en aquellas sesiones matinales de mi niñez en las que aplaudía la llegada del héroe y su victoria contra la maldad. Hoy en día, la gracia se está reduciendo a una desmitificación que llega a aburrir. Y seguro que provocará agotamiento entre el público. Que tomen nota de “Deadpool”, el único soplo de aire fresco del género en años.
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Crítica por Andrés Martín
