La primera entrega sorprendió a todos en 2013, convirtiéndose en bandera de un nuevo cine de terror que no tenía que estar reñido con alardes artísticos, ennobleciendo un denostado género masacrado por el susto fácil y el exceso de vísceras y recuperando el aroma de esos grandes films de terror de los 70 y 80.
Esperaba con ansiedad esta secuela y, ciertamente, ha estado a la altura de las expectativas. Y es que James Wan ha conseguido convertirse en un artesano de referencia para el género y no solo por la primera entrega, sino por esa interesante “Insidious” y la primera y mejor entrega de “Saw”.
“El caso Enfield” quizás esté en un peldaño inferior a la primera, pero sigue conservando una ejemplar elegancia a la hora de narrar historias y crear atmósferas opresivas y asfixiantes.
La terrorífica historia real en la que está basada la película está contada con paciencia, sin prisas por asustar al espectador y sin recurrir a recursos manidos y simplones. Además Wan posee la subyugante habilidad de introducir al espectador en una espiral de terror que va “in crescendo”, jugando con la mente del público sugiriendo más de lo que muestra.
Su puesta en escena es admirable y el diseño de producción magnífico, ayudado por las estupendas interpretaciones de Patrick Wilson y Vera Farmiga.
Y por si fuera poco somos testigos de la presentación en sociedad de un nuevo personaje, esa “monja” que es clave durante toda la trama, que ya de por sí tiene carisma suficiente como para protagonizar una saga.
“El Caso Enfield” es el claro ejemplo de lo mucho y bueno que puede seguir aportando el género de terror al séptimo arte. Su éxito de taquilla corrobora que al público le gusta que le asusten, pero sin insultar su inteligencia…
Ver ficha de la película
Crítica por Andrés Martín
