Era inevitable que ante la alarmante falta de ideas de Hollywood, se echara mano de uno de los personajes cinematográficos por excelencia. Ya estaban tardando en actualizar al rey de la jungla, poniendo a su servicio todos los avances técnicos para intentar seguir explotando un filón que ha tenido desigual fortuna comercial y artística a lo largo de la historia.
Pero el enorme problema de esta nueva versión es la falta de pasión, su aséptica manera de enfocar la historia, la exasperante corrección…
Molesta apreciar la falta de ambición del producto, habida cuenta de los mimbres con los que contaba. David Yates, cuyo único mérito consiste en adjudicarse la realización de cuatro capítulos de la saga Harry Potter, intenta cumplir el encargo sin riesgo alguno y desaprovecha la oportunidad de crear el Tarzán de referencia para toda una nueva generación. Y es que entre sus pecados se encuentra el no molestarse en sacar partido a dos maravillosos y “tarantinianos” secundarios como Christoph Waltz y Samuel L. Jackson, que caen una y otra vez en sus clásicos tics, sin tampoco pasar por alto esa irritante simpleza unidimensional del personaje de Jane interpretado por la estupenda Margot Robbie y la desesperante inexpresividad del héroe encarnado por un anodino Alexander Skarsgard.
“La leyenda de Tarzán” no es un mal film, solo que su rutinario desarrollo hace que para el espectador mínimamente exigente este sea un producto de usar y tirar. Dentro de unos años, pocos se acordarán de ella.
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Crítica por Andrés Martín
