No, no seré yo quien se una a la corriente generalizada de aquellos que consideran “Escuadrón suicida” un bodrio o, al menos, una película tremendamente decepcionante.
La verdad es que a mí me interesan poco las guerras DC/Marvel y jamás me tomo demasiado en serio este tipo de películas. A las adaptaciones de cómic solo les pido que me entretengan, sin querer profundizar en otros aspectos superfluos, y ésta ha cumplido su cometido.
Cierto es que el film es mejorable y que la acción – y la trama- en determinadas ocasiones parece confusa, pero estamos sin duda ante uno de los espectáculos más satisfactorios del año.
Tras una acertada presentación de los personajes, rebosante de ritmo y con una banda sonora maravillosa compuesta por grandes clásicos del rock del último medio siglo, nos adentramos en un film que jamás se toma en serio a sí mismo y que despliega todas sus armas con coherencia.
A estas alturas no me voy a dejar impresionar por unos magníficos efectos visuales, pero sí por un film que cuida al detalle a cada uno de sus protagonistas. La química entre ellos funciona y permite que podamos entrar en su universo sin dificultad. Todo miembro del “escuadrón” tiene su encanto, pero creo necesario destacar la impagable presencia de Margot Robbie como Harley Quinn.
La Robbie me atrapó desde el mismo instante en que apareció en la magistral “El lobo de Wall Street” de Scorsese y, a pesar que poco pudo hacer con su lánguida Jane en la nueva de Tarzán, esta Harley Quinn la acaba de convertir en estrella a seguir. Ella aquí es la película, sin más. De hecho, gran parte del encanto de “Escuadrón suicida” se basa en su mera presencia. Aquí está desinhibida, descarada, divertida, morbosa y sexy en un recital de carisma para recordar. No le pierdan la pista, yo al menos no lo haré.
A pesar de malintencionados comentarios, esta película pasa con nota. No tiene el ingenio y el lado gamberro de “Deadpool” pero, afortunadamente, resulta más entretenida que la mayor parte de las adaptaciones de cómic de los últimos tiempos. Seguro que la presumible secuela pulirá algunos defectos, permaneceremos a la espera.
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Crítica por Andrés Martín
