Woody Allen es un tipo especial. Él sigue su camino, ajeno a modas y luchas por la taquilla, compartiendo con nosotros su particular visión de la vida. Sigue reflejando en todas y cada una de sus películas sus principales obsesiones, sin traicionarse a sí mismo, pero haciendo de la sencillez todo un arte.
“Café society” es el reencuentro con el Woody más clásico y melancólico. El film destila belleza y elegancia en cada uno de sus planos, narrado con una fluidez e ingenio tan admirables que parece rodado sin aparente esfuerzo.
Supone la enésima –y maravillosa- plasmación de su insuperable visión de la vida y la muerte, del amor y del sexo, del nuevo homenaje a su ciudad y a la época dorada del cine. Pero además, las subyugantes imágenes de un Allen en estado de gracia se acentúan gracias a la fabulosa aportación del maestro Vittorio Storaro en la fotografía. La primera unión –que afortunadamente no será la última- de estos genios nos brinda momentos mágicos como la cita a la luz de las velas o ese amanecer en Central Park de los protagonistas principales. Dos de las escenas de esta obra que perdurarán en la retina del espectador por mucho, mucho tiempo.
Por otro lado, entiendo que todo actor siempre esté dispuesto a trabajar con Allen. Sus películas no le aportarán más fama y dinero, pero sí un enorme salto de calidad en sus carreras. Trabajar bajo sus órdenes es poder asistir a un intenso curso de interpretación del que, si son inteligentes, sacarán gran provecho en el futuro.
Uno de los grandes méritos de “Café society” es la prodigiosa optimización de todo su elenco principal. No sorprende tanto con Steve Carell porque, aún estando a gran nivel, es algo común en la carrera de este magnífico actor. Pero lo reseñable viene con el resto, ya que el insoportable Jesse Eisenberg consigue ser un formidable “alter ego” del creador neoyorquino y consigue la mejor interpretación de su carrera… algo que parecía impensable hace meses. Y lo de Kristen Stewart merece un apartado especial porque, aunque siempre pensé que siempre existió una buena intérprete difuminada entre tanto lánguido vampiro y hombres lobo guaperas, Woody la convierte por fin en toda una actriz. Luce tan sobria como refrescante, tan bella como sexy, tan “robaplanos” como pocos podían esperar. Ella es, sin duda, el gran descubrimiento de esta joya cinematográfica.
Por supuesto, no faltan esos pintorescos personajes secundarios que aportan el condimento esperado en cada film del cineasta. Pero aquí resultan tan ingeniosos y fundamentales en la trama que algunos de ellos, los padres judíos del protagonista sin ir más lejos, formarán parte de esa selecta lista de maravillas sacadas de la ingeniosa mente de Woody.
“Café society” es una obra mayúscula, rodada con la frescura y vigor de un jovencito octogenario. Una maravilla que ofrece lo mejor del autor en la última década y que asombra por su innegable capacidad para fascinar. El maestro ha vuelto, si es que alguna vez se había ido… por favor, no se la pierdan.
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Crítica por Andrés Martín
