Éste ha sido uno de los veranos más decepcionantes que recuerdo, cinematográficamente hablando. En un panorama plagado de remakes y secuelas que han dejado un sabor más que agridulce, la irrupción en la cartelera de “No respires” se ha convertido en un enorme soplo de aire fresco.
Ante todo, este film recupera el aroma de lo que es un “sleeper” –esas películas de escaso presupuesto que se convierten por sorpresa en una de las sensaciones taquilleras de la temporada- en toda regla. Producida por el maestro del fantástico y el terror Sam Raimi y dirigida por su pupilo el uruguayo Fede Álvarez, que ya tomó las riendas hace tres años de una manera más que correcta de la nueva versión de su clásico “Posesión infernal”, el film ya se está postulando como uno de los clásicos modernos del género.
Y es que “No respires” es una película inteligente, atrevida y que no intenta aturdir al espectador con una excesiva presentación de los personajes –uno de los talones de Aquiles del cine moderno-. En su manera tan vigorosa y directa de afrontar la acción, reside una de sus grandes virtudes. Fede Álvarez nos demuestra una sorprendente habilidad tras la cámara y su facilidad y talento para crear atmósferas opresivas. Suspense de altos vuelos con un encomiable ritmo narrativo. Desde una concepción minimalista el terror se percibe latente en todos y cada uno de sus planos y, aún en sus momentos menos creíbles, el film funciona por su enorme fuerza visual que “clava” al espectador en la butaca.
Se agradece la originalidad de la propuesta y su escasa hora y media de metraje. “No respires” encantará incluso a todos aquellos que, en principio, son reacios a propuestas que llegan de este género.
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Crítica por Andrés Martín
