Hubo un tiempo en el que Agustín Díaz Yanes se convirtió, de la noche a la mañana, en el director más idolatrado de nuestro cine. “Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto” supuso en 1995 la carta de presentación de un realizador con inusitada habilidad narrativa, con el pulso y nervio de los grandes. Ahora, dos décadas más tarde, y con apenas un puñado de films irregulares podemos afirmar que fue flor de un día.
Con “Oro” existía la realidad de una posible redención artística, pero esa irregularidad antes citada sigue estando presente en un film con evidentes virtudes pero repleta de altibajos.
Esta adaptación de la obra de Pérez Reverte no posee una temática novedosa porque ya ha sido tratada con desigual fortuna anteriormente en la pantalla grande, pero Díaz Yanes lo apuesta todo a un potente reparto por encima de un guión con evidentes defectos.
Y es que si esta película podrá ser recordada será gracias a un poderoso elenco de actores que elevan el tono del film. Arévalo, Coronado, Lennie, Dechent o Jaenada imprimen a sus personajes un carácter y veracidad admirables, atrapando al espectador en un duelo actoral que, afortunadamente, hace olvidar las carencias del film. Ellos impiden el desplome de una historia con escaso gancho y dirigida de manera un tanto plana y anodina.
“Oro” está condenada a un injusto olvido porque su reparto merece más gloria pero no puede rodarse una aventura con tan poco sentido de la épica, prometiendo mucho más de lo que ofrece. Desgraciadamente, seguimos sin apreciar constantes vitales en el cine de Díaz Yanes…
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Crítica por Andrés Martín
