Gente que viene y bah

Que la comedia española está herida de muerte es algo que llevo recordando en este medio desde hace años. Salvo honrosas y contadas excepciones, un género arraigado en nuestra cinematografía languidece entre historias previsibles, personajes sin carisma y gags de dudoso gusto.

En “Gente que viene y bah” se observa, desde un principio, que sus contadas posibilidades de sorprender al espectador se difuminan por una plana realización, porque para ser director no basta con mover la cámara de forma insulsa. Evidentemente, poner este proyecto en manos de Patricia Font ha sido un error.

Tampoco la historia da para mucho, intentando reflejar problemas de nuestra juventud actual sin la más mínima acidez y con un batiburrillo de buenos sentimientos y escasos momentos de gracia. No se engañen, esta es una presunta comedia que apenas hace reír, decantándose por una bobalicona tendencia al feminismo más simplista e intrascendente.

Ante esta tendencia exasperante hacia la búsqueda de la indiferencia en el espectador, el film nos tenía reservada una sorpresa en forma de salvavidas: Carmen Maura.

Que una de las más grandes actrices españolas –y europeas- de los últimos cuarenta años se vea abocada casi al olvido y que los proyectos que se le ofrezcan sean de este calibre es para, realmente, reflexionar. Si hay algún motivo para no catalogar este film como desastroso es poder admirar, una vez más, a la Maura. Ella salva la función con su rebosante talento y chispa. Basta con su aparición en pantalla para que el film eleve el nivel y obre el milagro de disimular las muchas deficiencias de la historia. Ella llena la pantalla y roba planos al que osa compartirlo, puede ser divertida y creíble en el drama. Ella, simplemente, es enorme haga lo que haga.

No nos equivoquemos, si quieren pasar una tarde divertida no están ante la película adecuada. Eso sí, la presencia de Carmen Maura justifica el precio de la entrada.

Andrés Martín

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