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Caminos de cal

Pintaban atardeceres, aunque de su brocha solo saliera blanco fulgurante. Cada primavera contribuían a la identidad de Andalucía, aunque para ellos solo fuera el adecentamiento anual de sus casas. Producir y vivir de la cal, transportarla, apagarla para pintar una fachada, una habitación tras la muerte de un ser querido o un nicho cada vísperas de los Difuntos era mucho más que una actividad interiorizada como una pauta social. Y ahora que esa costumbre escasea, se pierde en la noche de los tiempos, es cuando se aprecia como lo que es: puro patrimonio. Por ello, el Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico ha creado una ruta cultural y viajera que conecta el fenómeno de la cal más allá de Andalucía para internarse en Marruecos.

'Construyendo y blanqueando, caminos de cal en Andalucía y Marruecos' es el nombre de esta iniciativa puesta en marcha dentro del proyecto Transhabitat en el que se abundan las relaciones culturales e indentitarias entre el sur de España y el norte de Marruecos. Esta ruta en concreto ha surgido para conectar los puntos más destacados de la producción y el uso de la cal con la premisa fundamental de que son lugares en los que se «siguen prácticamente las mismas pautas y técnicas de producción, aunque se encuentren en grado de desarrollo diverso», como explica el IAPH.

Es así como surge la idea de conectar Sevilla y Cádiz con Marruecos. Concretamente son las ciudades de Morón, Montellano, Grazalema, Vejer, Tetuán y Chefchauen en una ruta viajera que comienza, como no podía ser de otra forma, en un centro de producción artesanal de la cal. Es en los hornos de cal de Morón de la Frontera y su museo (declarados patrimonio de la humanidad por la UNESCO) donde se inicia esta ruta que se adentra en la provincia de Cádiz en los dos máximos exponentes de la conocida como Ruta de los Pueblos Blancos: Grazalema y Vejer.

En el caso de este último, la ruta se convierte en el pretexto para conocer uno de los pueblos más destacados de la provincia en lo que a historia y patrimonio se refiere. De hecho, su pertenencia a la ruta de los pueblos blancos viene de lejos, en virtud de que es una de las rutas culturales más antiguas de España al ser creadas en la segunda mitad del siglo XX. No en vano, esta ruta lo que pretende es poner el acento en la cal en localidades como Vejer como «un proceso de afirmación identitaria y un ejemplo de tradición cultural viva a pesar de los obstáculos que impone a escala global la aparición de nuevos materiales», tal y como explica el Instituto en la presentación de la ruta.

Así, se pretende recrear, en el caso de Andalucía, el viaje que hacía la propia cal desde que partía de pequeños hornos de producción artesanal de la cal, como es el caso de Morón, para ser empleado en el pintado de fachadas e interiores de las casas, entre otros muchos fines. La conexión con Marruecos viene determinada por «el mayor número de hornos en activo» con técnicas y usos prácticamente idénticos a Andalucía y también amenazados, aunque en menor escala.

Lo cierto es que Andalucía el uso de la cal se remonta a época romana y fue especialmente extendida durante la etapa islámica. De esta forma, la cal por su poder higienizante quedó ligada a la vida de los pueblos. Así, se empleaba para fachadas e interiores cuando las casas se encalaban con la llegada de la primavera y el verano. También se solían emplear para pintar la habitación donde hubiera fallecido una persona o para blanquear los nichos de los cementerios en vísperas de Difuntos. En un principio, la cal se coloreaba para las fachadas principales. Después, con la llegada del siglo XIX y XX, pasó a emplearse pura, simplemente apagada, para consolidar bellos paisajes como el de Vejer. Toda una historia que disfrutar en una ruta cultural que está disponible en la web del Instituto (donde se puede bajar en versión compatible con GPS y Google Maps) y que sirve para conocer sobre el terreno «cómo se respira la cal a ambas orillas del Mediterráneo».