Se trata de una playa que ocupa la parte exterior del brazo de tierra que une Cádiz con San Fernando, separada de la carretera por un delicado cordón de dunas doradas. Es una zona ventosa y de oleajes moderados, lo que influye -junto con las mareas y las corrientes marinas- en la dinámica de aportación de arenas. El estado de conservación de la playa es bueno, y en ella pueden contemplarse formaciones vegetales típicas de los suelos arenosos, como el borrón que ayuda a fijar las dunas, y el lirio de mar, que destaca por sus flores blancas y por poseer unos frutos que flotan en el agua, de manera que a través del mar las semillas pueden llegar a colonizar otros arenales.
El acceso a la playa no presenta ninguna dificultad por la proximidad de la carretera y la existencia de varias zonas de aparcamiento. Una vez en la arena, el visitante dispone de un conjunto básico de servicios y equipamientos, con una torre de vigilancia regentada por la Cruz Roja, ambulancia y lancha de salvamento, servicio de limpieza y, además, un restaurante conocido como Ventorrillo El Chato, donde pueden degustarse los típicos platos marineros de la zona.