Aún a riesgo de saturar al gran público, Marvel prosigue con su elaborado plan de acaparar el mercado de Hollywood, pero en este caso opta por brindarnos la secuela de un personaje mucho más distendido, alejado de la trascendencia de sus compañeros de fatigas.
“Ant-Man y la avispa” es, ante todo, una comedia. Incluso funcionaría perfectamente alejada del universo al que pertenece, siendo una suerte de “Deadpool” para todos los públicos.
Ese acertado tono infantil que impregna el producto permite que funcione a la perfección. El film no se toma en serio en ningún momento y potencia las virtudes de su antecesora, obteniendo como resultado un film amable y tremendamente entretenido.
Un guión a ratos absurdo no es obstáculo para una catarata de efectos visuales perfectamente conseguidos y un ritmo frenético que impide que el espectador desconecte de la trama. Una cara producción que posee el saludable aroma de la serie “B” de antaño y que cuenta con unos acertados Paul Rudd y Evangeline Lilly, amén del regalo que supone ver en pantalla a dos clásicos modernos como Douglas y Pfeiffer que dan empaque al film.
Ante la recurrente temática de la destrucción del universo y demás rasgos de megalomanía, se agradece un film que aspira a entretener a la familia sin más, aunque las escenas post-créditos quizás me hagan cambiar de opinión…
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Crítica por Andrés Martín
