Sinceramente, el “iluminado” que consiguió financiación para perpetrar este engendro es un auténtico crack de los negocios, capaz de vender hielo en el Polo Norte o arena en el Sahara.
A estas alturas, desarrollar un film para el disfrute de los adolescentes con la figura de un Robin Hood tantas veces dignificado en la pantalla grande, es totalmente innecesario. Pero lo peor no es la delirante idea sino el impresentable acabado. No se le debe pedir alma o profundidad a un producto de estas características, pero sí algo de coherencia e ingenio.
“Robin Hood” es un infame pastiche de escenas de acción que rinde un triste homenaje a grandes films de cineastas como Tarantino o Guy Ritchie. En su afán por transgredir tiende hacia un equivocado gusto por el exceso, apostando por escenas de montaje mareante y que no aportan nada al desarrollo de la historia. Bueno, decir que hay historia es tomarse demasiado en serio el film…
Personajes planos en situaciones impostadas y ridículas, diálogos bochornosos y actores interesantes que disimulan con profesionalidad su rubor. Esto, señores, es lo que nos ofrecen.
Si esta es la absurda propuesta con la que pretenden llevar a los cines a una generación criada con videojuegos y películas de Marvel, han pinchado. Los penosos datos de recaudación denotan inteligencia en un espectador que no paga una entrada por visionar un film que sirve para poco más que relleno en la sobremesa televisiva. Ay… si el bueno de Errol Flynn levantara la cabeza.
Andrés Martín
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