El maestro Eastwood, a 86 años de edad, no deja de sorprendernos con su cine tan sobrio y desprovisto de efectismos. Contador de historias nato, siempre encuentra un buen motivo para glorificar al héroe anónimo que tan presente ha estado en toda su filmografía.
En “Sully” nos narra una historia reciente, tan milagrosa como real. Pero no juega con recursos fáciles, con sencillas y tramposas maneras de impactar al espectador. Eastwood solo necesita desplegar su ejemplar sentido de la narración para dejar huella en el espectador.
En unos ajustados noventa minutos –el genio no necesita más- podemos sufrir, emocionarnos e identificarnos claramente con un personaje central admirado por el pueblo pero maltratado por la injusta burocracia.
Pero este film no triunfaría sin la poderosa presencia de un Tom Hanks que ha regresado felizmente a la senda de los buenos papeles que le hicieron grande. Aquí despliega con asombrosa facilidad una enorme gama de recursos interpretativos que enriquecen a un personaje aparentemente sencillo que con una mirada transmite más que con palabras.
Quizá con el paso de los años no sea recordada como una de las obras maestras de Eastwood, pero “Sully” posee la fuerza del cine clásico, una minimalista delicia que llega al espectador por su serena visión de la relatividad de nuestra existencia. Clint nos cuenta que en unos segundos todo se puede ir al traste… pero pocos lo cuentan como él.
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Crítica por Andrés Martín
