Kathryn Bigelow siempre ha tenido una particular visión de la violencia. La única mujer ganadora de un Oscar al mejor director propone un cine vigoroso que recurre a un acertado montaje como epicentro de sus obras, evitando provocar indiferencia y aportando a cada pieza de su filmografía un sello de calidad que ha ido creciendo con el paso de los años.
“Detroit” es una de sus películas más acertadas, retratando un acontecimiento de finales de los 60 que desgraciadamente continúa vigente. Los disturbios raciales permiten a Bigelow sentirse cómoda cual reportera en el centro de la noticia. De manera nerviosa y rebosante de adrenalina nos narra el sinsentido de la violencia de manera ejemplar y brutal, convirtiéndonos en testigos mudos de un espectáculo descorazonador.
La fuerza que irradian las imágenes, más cercanas al documental que al cine comercial, se complementa con un estupendo reparto ausente de estrellas pero que fluye en escena de manera asombrosa gracias al pulso maestro de la directora. El terror cotidiano se apodera de la pantalla, manejando la creciente tensión de una manera tan admirable que confirma a Bigelow como una de las apuestas seguras en cuanto a sobriedad y calidad se refiere.
“Detroit” no es un film redondo pero sí una muestra de cine honesto y, a ratos, poderoso.
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Crítica por Andrés Martín
