Ser la secuela de uno de los films comerciales más sorprendentes, satisfactorios y terriblemente disfrutables de los últimos años no es tarea sencilla. Pero, afortunadamente, han conseguido una continuación a la altura.
“Deadpool 2 “ nos regala todo lo que se espera de ella… y más. Ni renuncia a su tono violento ni, por supuesto, a ese aire gamberro y desenfadado que tanto caracteriza al personaje.
Posee la sagrada fórmula de mezclar acción y humor en las dosis adecuadas, impregnando la historia de un ritmo frenético que rara vez ofrece un respiro. Ryan Reynolds aprovecha sin complejos esa segunda oportunidad que rara vez ofrece la cruel industria de Hollywood… él es la salsa del producto. Divertidísimo y lenguaraz, sabedor de que reírse incluso de sí mismo funciona, ofrece un auténtico recital y la demostración palpable de que un “blockbuster” no tiene por qué estar reñido con el ingenio y el talento.
Su vigoroso discurso, sazonado por incontables referencias a la “cultura pop”, y ayudado por un desternillante doblaje en nuestro país, hacen de este film una de las mejores noticias del, a menudo, desolador panorama cinematográfico actual.
¿Y por qué no puedo valorar semejante muestra de entretenimiento con sobresaliente?... simplemente porque el factor sorpresa ha desaparecido y ya es suficiente con que no traicione el inolvidable espíritu de su ilustre referente.
“Deadpool 2” es un cocktail explosivo, una irreverente manera de restarle trascendencia y solemnidad al trillado universo de los superhéroes.
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Crítica por Andrés Martín
