Siguiendo la estela de la nueva moda de Hollywood, que consiste en mostrar épicas aventuras espaciales con situación límite de los protagonistas, llega “Marte” para intentar impresionar a todos esos espectadores que hicieron de “Gravity” o “Interstellar” enormes éxitos de taquilla.
Pero no debemos dejarnos engañar, porque si esos dos films eran absolutamente magistrales éste que nos ocupa está –y nunca mejor dicho- a años luz de ellas.
El gran problema de “Marte” es el tono indiferente que adquiere. No encontramos rastro alguno durante el metraje de la huella del maestro Ridley Scott, que ha hecho de la ciencia ficción el género predilecto para mostrar su enorme valía. En este film, desgraciadamente, se nota en exceso la ausencia de pasión en su realización. “Marte” resulta una propuesta insípida, carente de interés y que sigue sin pudor los cánones más conservadores de una típica producción de Hollywood.
Resulta complicado empatizar con el protagonista cuando no se intenta emocionar al espectador. La realización es tan anodina que sumerge al público en un sopor de casi dos horas y media que incita a la desconexión desde el primer cuarto de hora.
Poco importa el buen y esforzado hacer de un más que solvente Matt Damon, porque la historia que se nos cuenta no da para mucho más. Los presuntos momentos emotivos de “Marte” pasan ante nuestra mirada –entre atónita y somnolienta- sin causar otro efecto que el deseado final del film.
Y no nos debemos refugiar en el impecable diseño de producción, sino que se debe tener un inmisericorde sentido crítico para desnudar las verdaderas y numerosas carencias de un producto solo hecho para arrasar en taquilla gracias a la aportación del público menos exigente.
Que el director de “Alien” o “Blade Runner” firme este somnífero cinematográfico es para recapacitar y esperarnos lo peor de sus nuevos proyectos tanto como productor o director, que no son otros que secuelas de esos dos clásicos intemporales antes nombrados.
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Crítica por Andrés Martín
