Solo han pasado seis años desde la primera entrega, pero ya nada es igual. Todo lo que hizo factible el inmenso éxito de la predecesora hace que este nuevo producto comience con un lastre excesivo.
Ni el 3D posee ya el tirón y el factor sorpresa de antaño –recordemos que “Alicia en el país de las maravillas” se benefició de la revolución visual de “Avatar” e improvisó las tres dimensiones en el film-, ni está dirigida por un Tim Burton que últimamente parece estar perdiendo a sus musas y, por supuesto, Johnny Depp ya no es la estrella que era. Su todopoderoso gancho en la taquilla se ha venido desvaneciendo en los últimos tiempos tras una larga lista de proyectos fallidos, salvo la brillante excepción de “Black mass”.
El enorme error de esta secuela consiste en ningunear y simplificar a su referente literario. El producto elige la senda de un espectáculo vacío, en el que unos personajes interesantes se ven minimizados en pos de un –presuntamente- impresionante envoltorio visual. Y recalco lo de presunto porque aquí se peca de excesos y se olvidan que demasiado ordenador puede llegar a saturar e incluso a aburrir…
No hay nada trascendente en esta historia, nada que pueda ser recordado dentro de unos años. La aventura ingenua en detrimento de hacer honor a un clásico de la literatura infantil, dando por hecho que hacer pensar al público más joven es una empresa inútil cuando se puede optar por el lado más “palomitero” del negocio.
Ni siquiera el fantástico elenco de actores puede salvar la función con un Depp que, repito, ha perdido el norte y se puede apreciar que en pantalla está más desquiciado que el propio personaje que interpreta.
En definitiva, una auténtica decepción que viendo las recaudaciones puede optar a gran fracaso del año. La lástima es que el desastre no es solo comercial…
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Crítica por Andrés Martín
