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El paraíso también tiene límites

Corría el año 2010 cuando Conil se dio cuenta que no podía seguir así. Fue el verano de los botellones sin control; de las carpas para fiestas salvajes; del alcohol televisado; de un pueblo sitiado, agobiado y asediado por un turismo que se iba de madre. «Fue ese año el punto de inflexión», reconoce el actual alcalde Juan Bermúdez. Ese año los vecinos incluso se echaron a la calle para decir basta. La ciudad entendió que era el momento de reorientar su rumbo o de consolidarse para siempre como destino de desfase y borrachera. Y llegaron las primeras medidas férreas: se acabaron los botellones en la calle, llegó el control a las macrofiestas y el fin de los horarios de apertura de control laxo. De aquello hace ya cinco años y ahora la ciudad presume de un turismo «diverso», de «familias, extranjeros o jóvenes», pero «tranquilo y controlado». Y para que siga siendo así el Consistorio sorprendió esta semana con un aviso de control a las despedidas de soltero desmadradas. Lo hará mediante la vigilancia de los establecimientos que las acogen, pero también siguiendo de cerca al propietario de los apartamentos que les da alojamiento con la idea de informar a Hacienda en un aviso inédito en Conil. Lo cierto es que esta nueva medida se suma a las muchas que están proliferando en los últimos años para atajar de raíz cualquier atisbo de turismo salvaje y desmadrado. Los principales destinos de costa de la provincia lo tienen bien claro: ni quieren ese turismo ni desean construirse una imagen como destino de fiestas sin control.

Más bien todo lo contrario. Y de ahí que cada verano, localidades como Conil o Vejer endurecen su vigilancia en torno a su diversión. Que se lo digan a Vejer, que hace unos días no dudó en sancionar y cerrar durante tres semanas a un chiringuito de El Palmar que tuvo la idea de celebrar una fiesta sin licencia. Una medida con un alto componente ejemplarizante que explica Daniel Sánchez, concejal de Turismo y Urbanismo. «El modelo ideal que tenemos para El Palmar es el mismo que ya funciona en el casco de Vejer: muy basado en la gastronomía», reconoce el edil. «Para nosotros es fundamental jugar con tres patas: turismo familiar, la hostelería de calidad y el ocio y el deporte. El problema es cuando la balanza se inclina demasiado para alguna de ellas». En el caso de El Palmar, en el Ayuntamiento sintieron que algo no iba bien el verano pasado. «Se nos encendieron las alarmas. Al mejorar los servicios, la playa vivió un auge de los establecimientos», matiza Sánchez. Y el problema no es que haya establecimientos, sino que no tengan control o licencias. Bermúdez opina algo similar: «No estamos en contra de las despedidas ni de los establecimientos que las acogen, pero que se hagan con control».

Lo cierto es que en Conil, estos cinco años el camino andado ha sido positivo. «Antes todo era un desmadre, el municipio era todo un botellón. Hemos visto como los pubs se han ido reconvirtiendo en establecimientos con terraza». El mensaje también se captó entre los visitantes: «Ahora es un turismo de muchas familias y tranquilo, que es lo que buscábamos». Y para que no se rompa este ‘status quo’ en ambos consistorios saben que hay que seguir de cerca cómo evoluciona el ocio en la zona, según reconoce Sánchez: «El Palmar tiene buen ambiente, pero tenemos que estar controlando».

¿Y cómo hacerlo? El concejal vejeriego lo tiene claro: «Tiene que ser un trabajo coordinado de las concejalías de Turismo, Seguridad Ciudadana y Urbanismo». Eso, a su vez, se cristaliza en una serie de medidas esenciales como «la vigilancia exhaustiva de los establecimientos, la coordinación de las juntas de seguridad y el control de fiestas convocadas por redes sociales».

A todo este trabajo que ya realizan en Conil, ahora este verano ha llegado la vuelta de tuerca. Un giro tan fuerte que, incluso por primera vez, el Ayuntamiento amenaza con la intención de vigilar los alquileres no regulados de Conil. «Nunca habíamos entrado ahí porque no es competencia del Ayuntamiento», reconoce Bermúdez, pero matiza: «Todos sabemos cuáles son nuestras obligaciones». Por eso, han avisado que informarán a Hacienda sobre aquellos apartamentos que acojan a grupos que originen molestias y desórdenes que obliguen a la intervención de la Policía Local, con o sin denuncia. El objetivo es que la administración investigue si es un alquiler declarado o no. En cualquier caso, Bermúdez matiza que es una medida extrema que se aplicará a aquellas viviendas «que sean reincidentes» en acoger a estos inquilinos cada vez menos deseados en la costa gaditana. Porque Cádiz quiere turismo, y mucho, pero sólo aquel que sea capaz de valorar a donde viene y de lo que disfruta.