Quizás porque casi siempre me ha tocado jugar sola en mi infancia, guardo una memoria visual de las cosas muy personal.
La necesidad de imaginación que acompañó a mi mundo de niña se ha grabado en mi sensibilidad y me ha llevado a convertir el mundo más cercano a mi, la casa, en un espacio hecho de humor y paradojas.
A través de una mirada lúdica construyo realidades insospechadas, donde todo es posible, donde todo nos recuerda algo sin que sea nada de lo que estamos acostumbrados a ver, en una infinita reinterpretación de su estética.
En esta serie lo domestico se transforma en un campo de experimentación. Los objetos familiares en su orden cotidiano, pierden su identidad original haciendo que nuestra seguridad desvanezca. Se convierten en esculturas efímeras de un mundo efímero que nos invitan a encontrar nuevos mecanismos de interpretación de lo cotidiano, buscando despertar la mirada olvidada de la infancia.