"BAJAMAR SINCRÉTICA" DE LOLA MONTERO
- Localidad: Cádiz
- Lugar: Galería Benot. Avda. Ramón de Carranza, 10
- Fecha: 25/05/2012 - 24/06/2012
- Horario: De lunes a viernes de 10:00 a 13:30 horas y de 17:00 a 21:00 horas. Sábados de 10:30 a 14:00 hroas
El próximo viernes Galería Benot abre sus puertas a una nueva muestra de pinturas de
Lola Montero.
Con título
"Bajamar sincrética" y con verdaderos "bocados de gourmet", podremos degustar de nuevo la personalísima visión de Cádiz, las marismas de la Bahía, Trocadero, Santibáñez...
Casi sin ruido, con sencillez, pero con la solvencia madura que caracteriza a la “visión poligonal, casi afacetada” que escribiera de ella el crítico Juan F. Lacomba, llega un nuevo desembarco de las diversas visiones que la artista descubre para disfrute de los ya numerosos gaditanos que se cuentan entre su seguidores.
Como el mar que nos acoge, las mareas de eventos y celebraciones sirven, qué duda cabe, para recordar tanto de bueno y tanto de estruendo que pobló nuestras calles, nuestras playas, nuestras casas y los corazones embargados de aquellos nuestros antecesores. De la misma manera, como cuando la bajamar aquieta la orilla y reposan los restos de ese eterno vaivén, la pintora acude oportunamente a recitarnos otros nuevos rumores que afloran de esas piedras desnudadas por la retirada de las aguas de los sucesos y las multitudes.
Ahora, cuando el silencio de la ciudad retorna, nos deja escuchar de nuevo la sintonía de formas y luces que quedaba enmascarada temporalmente por el necesario maquillaje escenográfico. Retorna el Cádiz íntimo, que la pintora pinta como sólo se puede representar lo amado. Se transforma interiorizado y vuelve a nosotros en su esencia, a la manera de esas escenas siempre atrevidas en el encuadre.
Es precisamente la intención de mostrarnos lo que se esconde más allá de lo visible, lo que mueve la mano de la artista en esa pincelada sugerente, nunca dogmática. Las teclas que hacen sonar en nuestro interior no precisan de un aporreo en “forte”: disiparían el hechizo. Son pinceladas, pistas, detalles, notas tocadas intencionadamente en “piano”. Tan sutiles que nos hacen dudar de si lo que estamos viendo, en cada tabla, es lo que esta allí pintado o lo que nosotros hemos querido ver. Lola mantiene esa tensión oculta en todos sus paisajes, como acceso privilegiado a nuestra geografía íntima de la ciudad.
Este divertimento no es gratuito ni está diseñado a propósito de un resultado inconsistente. Se trata de un pacto que la artista sella con cada espectador de su obra en el que el propio tiene que aportar su interpretación de lo sugerido, mucho más allá de lo representado.
Tenemos por tanto una ocasión más, como las grandes mareas que cíclicamente transforman nuestro paisaje litoral, de contemplar desde nuestro observatorio íntimo, una nueva entrega de la obra de una artista que, sin estruendo, pero con oficio rebosante de argumentos, deja tras la bajamar, playas redescubiertas, castillos expectantes y entre calles y luces de la tarde, muchos recuerdos sincréticos que a veces olvidamos.
La sensación que genera la contemplación de la obra de Lola Montero, tiene mucho que ver con lo primitivo y lo humano. La pintura, la obra artística tiene dos reflejos virtuales a ambos lados de la ventana creadora.
De un lado del observador obtiene a contemplación de la obra una sensación que comienza en los ojos, y discurre hasta las zonas de nuestro pensamiento que casi no pertenecen al ámbito consciente. Del otro, el creador no pinta para nadie y pinta para todos. Les sale de dentro y tienen una obligación orgánica por expresar aquello que sueñan, mientras asisten ensimismados a la realidad tangible.
La obra la luz que genera esta obra nos traspasa recorriendo nuestra vis sensible, haciéndonos un poco más felices, algo más humanos.