Entre geranios y murallas
- Localidad: La Janda - Vejer de la Frontera
- Fecha: 11/06/2013
Justo frente a la Puerta de Sancho IV, una de las cuatro entradas al antiguo recinto amurallado de Vejer de la Frontera, uno de los pueblos blancos con más encanto de Andalucía. En un rinconcito que no pasa desapercibido para el visitante y fondo de innumerables instantáneas, una gran puerta de madera maciza esconde en su interior ecos de historias antiguas. Vivencias que se remontan al siglo XVIII cuando se construyó esta casa solariega de estilo barroco. La Casa del Mayorazgo con su Torre del Homenaje.
En el exterior destaca una fachada portada de dos cuerpos, flanqueada por dos pilastras toscanas y coronada por una cornisa quebrada. En su interior, dos patios: el primero de ellos porticado de dos cuerpos donde residían antaño los señores de la casa y otro destinado al personal del servicio, cuadras y graneros que comunica con la torre y el lienzo de muralla anexo. Así lo explican los libros y las guías turísticas que cada día dirigen a grupos de visitantes por las sinuosas y empinadas calles vejeriegas para conocer los secretos de la ciudad con clara influencia árabe.
Pero ésta no es la única forma de conocer de cerca este enclave monumental. Tan solo acceder al recinto, al primer patio, justo a la izquierda, las puertas siempre están abiertas en la casa de Manuel Crespo y Lola Gilabert.
Moradores de este patio de toda la vida, desde los años 50, cuenta Manuel.
Él se encarga de mimar cada una de las plantas y macetas que visten este maravilloso lugar. El colorido contrastado con las paredes encaladas conforma una estampa típica de los patios andaluces. Hace justo un mes que se operó de la rodilla, donde le han colocado una prótesis. Está iniciando la rehabilitación pero aún le quedan un par de meses. “Hace dos noches se me inflamó mucho porque andé demasiado durante el día”, cuenta mientras observa su herida. Un pequeño contratiempo que no ha impedido que este patio consiga el segundo premio en el concurso vejeriego. “Y eso que este año, con las intensas lluvias del invierno, hemos perdido todas las primaveras”, apunta con aire de preocupación. Los geranios suplen el color de las flores marchitas.
Entorno a una palmera central, las macetas forman un conjunto alegre que recuerda décadas pasadas, en las que los vecinos convivían en los patios de siempre. “Hasta nueve familias hemos vivido aquí. Y cada una de ellas con cuatro o cinco niños”, recuerda Lola con cierta nostalgia, recordando quizás la algarabía.
El patio es una distracción para ellos. Una actividad para mantenerse en forma. Pero los achaques de la edad se van notando y el trabajo cada vez se va haciendo más pesado. “Hasta medio jornal necesitan las flores. Más de cuatro horas diarias cuando llega la primavera”, detalla Manuel, que es quien se encarga principalmente del cuidado de las flores, especialmente desde su jubilación hace ahora unos doce años. Lola apunta que la limpieza tiene que ser constante, para mantener el patio lustroso.
La Torre del Homenaje o del Mayorazgo, desde el segundo de los patios de la casa solariega que comparte el mismo nombre
Y es que no todos tienen el privilegio de vivir en un enclave monumental. Ellos mantienen sus puertas abiertas, para que los turistas puedan visitar la torre. Tras superar las escaleras y varios recodos hasta llegar a las alturas, el espectáculo es impresionante. Unas impactantes vistas del pueblo, en el que las blancas casas se amontonan sobre el cielo azul. Al otro lado la antigua laguna de La Janda. La Plaza de España. Al descubierto, uno de los mejores miradores de Vejer.
Manuel Crespo y Lola Gilabert, cuidadores apasionados
Manuel y Lola llevan décadas viviendo en la Casa del Mayorazgo. “Desde el 58”, apunta él y “desde chiquitita”, recuerda ella. Cuidar las plantas es una más de sus labores diarias. Quizás en la que ponen más cariño y esmero. Y lo hacen de forma totalmente altruista y desinteresada. A cambio reciben la felicitación y el reconocimiento del gran trabajo que realizan por parte de algunos de los visitantes. Económicamente, son los propios vecinos los que afrontan los gastos. En el patio hay una pequeña hucha en la que aceptan donaciones para el mantenimiento de las flores en las que encuentran de todo. “Botones, caramelos, monedas antiguas e, incluso, algunos euros”, apuntan entre bromas.
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