La fundación de la Iglesia de San Agustín de Arcos de la Frontera data de 1539, como Convento de San Juan de Letrán.
En él vivieron el “Beaterio de las Emparedadas” hasta la finalización de las obras del Convento de la Encarnación en el que se refunden.
En 1586, La Orden de San Agustín de la Observancia, funda el convento de frailes agustinos calzados y construyen una iglesia mejor que se bendice en 1587, ultimando el retablo mayor un carpintero y tallista local, Martín Hernández. El Convento tuvo una vida floreciente y contaba con 20 religiosos predicadores que enseñaban Gramática, Arte y Filosofía en los inicios del Siglo XVIII. Los eruditos locales nos cuentan cómo el claustro grande contaba con 28 columnas de jaspe negro. Su decadencia se inicia a partir del S. XIX, cuando cuentan tan sólo con seis agustinos y ya en 1835, la desamortización les obliga a irse.
Tras su abandono, el convento se fue convirtiendo en ruinas, permaneciendo la Iglesia. En ella, debemos centrar nuestra atención en la imagen de Jesús Nazareno, pues goza del fervor y la pasión popular de todo el pueblo. Su hermandad se crea en 1564 impulsada por los padres agustinos. En 1600 encargan a Jacome Velardí, un Cristo de “estatura de dos varas, con su cruz gruesa de color parda y parihuelas y peanas”.
La madrugada del Viernes Santo recorre sus calles seguido de un gran número de devotos.